jueves, 9 de febrero de 2017

Deficiencia de vitamina D: una vieja epidemia en el siglo XXI

(Reseña publicada en la WEB de la SEPEAP el 6 de Agosto de 2009)

Para algunos autores, el déficit de vitamina D afecta al 36% de la población adulta y al 80% de los niños. Estos datos contrastan con la creencia de que el raquitismo secundario es una patología erradicada desde la década de 1930. En su editorial D. Goldstein. The Epidemic of Vitamin D Deficiency . PENS News 24(4):345-346, 2009; revisa las causas del aumento de la prevalencia de deficiencia de vitamina D en nuestros días. 
Las fuentes de vitamina D, además de la exposición al sol, son los alimentos y los suplementos de vitamina D. Pocos alimentos tienen contenidos altos en vitamina D, circunstancia que ha justificado la suplementación alimentaria con esta vitamina en margarinas, leche,... La vitamina D existe como ergosterol en la levadura y como 7-dehidrocolesterol en la piel, que al ser irradiada con luz ultravioleta se transforma en ergocalciferol (vitamina D2) y colecalciferol (vitamina D3). En el hígado la vitamina D3 es hidroxilada a 25-hidroxicolecalciferol por la 25-hidroxilasa, posteriormente sufre una nueva hidroxilación en la posición 1 y transformada en 1-25-hidroxicolecalciferol que es la forma biológicamente activa. Entre sus acciones se incluye la regulación del metabolismo fosfo-cálcico con aposición y liberación de calcio del hueso y reabsorción de calcio a nivel renal. La activación de la vitamina D en el riñón es regulada por la parathormona y el fósforo; su función es mantener los niveles de calcio séricos. En presencia de hipocalcemia la parathormona estimula la reabsorción tubular renal de calcio y la formación de 1,25-OH-colecalciferol. Si los aportes de calcio no son adecuados la hormona paratiroidea permanece alta, originando un hiperparatiroidismo secundario. Finalmente, en un esfuerzo por movilizar el calcio, los osteoclastos disuelven la matriz ósea, originado osteopenia y osteoporosis. La inadecuada mineralización del hueso en la deficiencia de vitamina D origina el raquitismo. Intestino delgado, riñones y hueso se consideran como los órganos primarios que responden a la vitamina D. Aunque clásicamente se ha considerado que son los riñones los encargados de producir la forma 1,25 hidroxilada de la vitamina D; se ha podido comprobar que el músculo cardiaco, los linfocitos B y T activados, la mama, el colon y la próstata son órganos donde es posible la 1-α hidroxilación de la vitamina D.
Los niveles de vitamina D se miden en suero como 25-OH-vitamina D, que reflejan tanto la vitamina D procedente de la piel como de la ingesta alimentaria. Se considera con valores en plasma por debajo de 20 ng/ml son deficitarios, valores de 21 a 29 ng/ml se consideran como una deficiencia relativa; valores por encima de 150 ng/ml pueden dar lugar a una intoxicación. 
La emergencia de la deficiencia de vitamina D en muchos países del mundo en las últimas décadas puede ser explicada por múltiples factores. La evitación de la exposición al sol por miedo al cáncer de piel y el uso de filtros solares son factores que contribuyen a la deficiencia de vitamina D. Otro factor biológico que disminuye la biodisponibilidad de vitamina D es el contenido en grasa corporal; el incremento de la obesidad en las últimas décadas con el consiguiente aumento de la grasa corporal explica el depósito de vitamina D no utilizable. Otro factor que podría contribuir a la deficiencia de vitamina D es olvidar que la leche materna es deficitaria en esta vitamina (con una concentración de 20 UI/L) y que se requieren aportes suplementarios. A los 6 meses de edad hasta un 10% de los lactantes alimentados al pecho tienen deficiencia de vitamina D con valores en plasma de 25-OH-vitamina D inferiores a 11 ng/ml. La deficiencia es significativamente mas prevalente entre los niños de piel oscura y durante los meses de invierno, donde hasta un 78% de los niños que no reciben suplementos pueden tener deficiencia de vitamina D. 
Las recomendaciones clásicas de suplementación de vitamina D en niños son de 200 UI diarias; aunque en los niños que no reciben una adecuada exposición al sol deberían recibir de 800 a 1000 UI diarias.

Prof. José Uberos Fernández

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